“ELÍAS ERA UN HOMBRE CON DEBILIDADES COMO LAS NUESTRAS…” (Santiago 5:17 NVI)
Elías, que había sido un hombre valiente durante tres años, tuvo miedo cuando Jezabel amenazó con matarlo. Así que huyó al desierto donde se deprimió y llegó a decir: “…¡Estoy harto, Señor! … quítame la vida” (1 Reyes 19:4 NVI). Elías se convirtió en el blanco perfecto de la depresión al encontrarse cansado físicamente, agotado emocionalmente y amenazado de muerte. Era un manojo de nervios, lleno de problemas emocionales: miedo, resentimiento, culpabilidad, rabia, soledad y preocupación. La Biblia dice: “Elías era un hombre con debilidades como las nuestras”, por lo que luchó contra los mismos problemas que nosotros. ¡Estaba tan deprimido que se quería morir! ¿Por qué nos metemos en estos líos emocionales? A veces, por algo que ha pasado (circunstancias adversas), pero más a menudo se debe a una manera de pensar errónea.
Las emociones son fruto de los pensamientos, por lo que si pensamos de forma negativa nos sentiremos deprimidos. Nuestras emociones tienen que ver con la forma de interpretar la vida, y si siempre ves las cosas con un prisma negativo, te derrumbarás. Para deshacerte de las emociones negativas, debes modificar la manera de pensar. Esto viene a ser lo que la Biblia quiere decir con “transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2). Para superar la depresión debes aprender a cambiar el enfoque equivocado de la vida, con sus consiguientes actitudes. En palabras de Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32 CST). Ver las cosas desde la perspectiva correcta, la de Dios, es el camino para combatir la depresión.
“SE SENTÓ … CON GANAS DE MORIRSE” (1 Reyes 19:4 NVI)
La Biblia dice: “Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba … dejó allí a su criado y caminó todo un día por el desierto. Llegó a donde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse” (1 Reyes 19:3-4 NVI). ¿Cuál fue el error de Elías? El mismo que nosotros cometemos a veces cuando estamos deprimidos: Nos encerramos en nuestros sentimientos en lugar de ver los hechos. Así ocurre cuando nos derrumbamos. Elías se sintió como un fracasado debido a un incidente que lo intimidaba. Él pensó ‘Soy un cobarde … ¿Por qué estoy huyendo?’ y debido a que se veía como un perdedor, asumió que era un perdedor. A menudo los sentimientos engañan; por eso, cuando nos sumimos en ellos en lugar de centrarnos en la realidad, vienen los problemas.
Por ejemplo, cuando cometemos un error en un ámbito, tendemos a creer que erramos en todos los otros aspectos de nuestra vida, lo cual es una idea falsa. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse y a fallar en algo, sin ser por ello un fracasado. Los expertos de salud mental nos animan a que expresemos nuestras emociones y a que les demos rienda suelta, pero eso no siempre resuelve las cosas, porque las emociones son poco fiables. Además, Dios no nos pide que estemos pendientes de ellas sino de la verdad de Su Palabra, porque al final eso es lo que nos hará libres (véase Juan 8:32). Para superar la depresión deberás estudiar la Palabra de Dios y mantener a raya tus sentimientos para que estén en armonía con Sus enseñanzas.
“…SEÑOR … QUÍTAME LA VIDA, PUES NO SOY MEJOR QUE MIS ANTEPASADOS” (1 Reyes 19:4 NVI)
Otra causa de la depresión es compararnos con otros. Pensamos: ‘Si fuera como fulano o mengano sería feliz’. Cuando te comparas con otros te metes en problemas (véase 2 Corintios 10:12). Solo hay una persona que debes procurar ser: tú mismo. Cuando tratas de imitar a alguien y actuar como él o ella, te deprimes. Tienes que ser sincero contigo mismo y ser quién eres. Eso es lo único que Dios quiere y espera. Cuando nos comparamos con otros, caemos en otra trampa: equiparamos nuestras debilidades con sus habilidades. Nos olvidamos de que es probable que tal persona tenga puntos débiles ahí donde nosotros somos fuertes.
A veces hasta intentamos motivarnos con autocrítica y condenación. Y lo hacemos a través de muchos “debería”: ‘Debería ser como tal persona. Debería comportarme mejor. Debería ser capaz de cumplir eso. Debería ser capaz de dejar aquello’. No nos damos cuenta de que flagelarnos verbalmente no va a cambiar nada. Cuando atosigamos a alguien, la persona no reacciona como esperamos; atosigarnos a nosotros mismos tampoco funciona. ¿Qué hacer, entonces? Vuelve a programar tu mente con la Palabra de Dios. “Mediante su divino poder, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para llevar una vida de rectitud. Todo esto lo recibimos al llegar a conocer a aquel que nos llamó … y nos ha dado grandes y preciosas promesas. Estas promesas hacen posible que [participéis] de la naturaleza divina y escapen de la corrupción del mundo, causada por los deseos humanos” (2 Pedro 1:3-4 NTV).
“HE SERVIDO CON GRAN CELO AL SEÑOR…” (1 Reyes 19:10 NTV)
Cuando Elías huyó al desierto y se escondió en una cueva, Dios le preguntó: “…¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:9), a lo que el profeta respondió: “…He sentido un vivo celo por el Señor … porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Sólo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida” (1 Reyes 19:14). Otra causa de la depresión es asumir culpas que no te corresponden. Cuando asumimos responsabilidades que Dios nunca nos dio, la carga resulta demasiado pesada. Si estás acostumbrado a ayudar a los demás, te habrás dado cuenta de que no siempre responden como esperarías, ya se trate de tus hijos, tus amigos, tu cónyuge o los compañeros de trabajo. La gente reacciona de muchas maneras diferentes y tú no puedes asumir la responsabilidad de su comportamiento.
Dios nos ha concedido a cada uno de nosotros libre albedrío, y cuando asumes responsabilidades por las decisiones de otros, te pones una carga encima que lo único que hace es deprimirte. En el mejor de los casos, podrás influir en otros, pero nunca controlarlos. La última decisión la tienen ellos, así que no te dejes deprimir por algo que no puedes controlar. Cuando sabes que has hecho lo que Dios te ha pedido, confía en que Él hará lo que tú no puedes. Siempre que trates de convencer, controlar o cambiar a alguien, te vas a desilusionar. La Biblia dice: “…Dios es el que en vosotros [y en otros] produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). Entonces, cuando hayas hecho tu parte, retírate y deja que Dios haga la suya.
“…ME BUSCAN PARA QUITARME LA VIDA” (1 Reyes 19:10)
Otro error que desencadenó la depresión de Elías: exageró lo negativo.
Es esa forma de pensar que dice ‘Todos están en contra de mí’. Pero en realidad casi nadie estaba en contra de él. Solo una persona se le oponía y su amenaza era ficticia. La reina Jezabel no osaba matar a Elías. Piénsalo bien: si hubiera querido asesinarlo no habría enviado un mensajero para avisarle, ¡le habría mandado un asesino a sueldo! Jezabel temía la influencia de Elías. Si este acabara como mártir eso no haría más que incrementaría su influencia y acabaría provocando una revolución. Además, habiendo sido testigo de lo que Dios había hecho con los profetas de Baal, seguro que la reina tenía miedo de lo que Dios haría con ella si se le ocurriera tocar a Su profeta. Sus palabras, entonces, eran amenazas vanas. Pero en lugar de evaluar la situación con realismo, Elías huyó.
Cuando nos deprimimos tendemos a exagerar lo negativo.
En realidad, Elías no era la única persona fiel a Dios. Quedaban otros siete mil profetas que no habían sucumbido al culto pagano (véase 1 Reyes 19:18). Sin embargo Elías exageró el problema y acabó totalmente abatido. Si estás deprimido en este día, pon tu confianza en Dios. Levántate y di ‘Esto también pasará. Lo que no me destruye me hace más fuerte’. Y aférrate a esta promesa con confianza: “Qué grande es la bondad que has reservado para los que te temen. La derramas en abundancia sobre los que acuden a ti en busca de protección, y los bendices ante la mirada del mundo” (Salmos 31:9 NTV).
Fuente: Devocionales Cristianos